Al periodista
José Arévalo, lo conocí en 1967, yo tenía 17 años. Me conmovían algunas notas
que leía de su autoría y aunque algunos decían que era un personaje, también
otros amigos me contaban que era medio rezongón y me recomendaron que no fuera a molestarlo.
Me presenté igual, me atendió con unos grandes anteojos, le pedí que me
escribiera algo. Se sorprendió, pero al cabo de varios días y después de
insistirle, me entregó el escrito hermoso en verso. -Nunca me tocó hacer un
trabajo así- me dijo. Yo sonreí porque creo, era cierto y me fui feliz de tener
un poema escrito por el periodista que admiraba.
De hechos
históricos relataba con tanta realidad que, en los entreveros, hasta la sangre
salpicaba. El protagonista en este caso, es Nazario Gómez, quien actuó en la
batalla de Arroyo Bellaco (Gualeguay) el 12 de enero de 1813, donde tuvo un
patriótico protagonismo contra los españoles. El comandante Elías Galván de
Entre Ríos en su parte de guerra lo escribe y “La Gaceta de Buenos Aires” lo publica
el 29 de enero de 1813
Así lo
cuenta José Arévalo:
“Se hace tambor la huella
redoblada…por el duelo a pezuña de los pingos, la distancia se quema ardiendo
en oros, y al quebrarla el galope enloquecido, salta en pedazos de cristales
rotos…y parte en dos el sol atardecido…
El muchacho en la punta, abrazado al cogote del rosillo, se funde en la quimera de la huida: detrás estalla el aire como un vidrio.
No hay más que verlos para intuir el drama: Nazario Gómez, el cerril caudillo persigue -ya al final del entrevero- por desleal y traidor al propio hijo, y es que el puma cachorro, un abrojo en la enagua del gualicho, ha pisoteado el banderín del tata…y al bando portugués se le ha vendido.
El muchacho en la punta, abrazado al cogote del rosillo, se funde en la quimera de la huida: detrás estalla el aire como un vidrio.
No hay más que verlos para intuir el drama: Nazario Gómez, el cerril caudillo persigue -ya al final del entrevero- por desleal y traidor al propio hijo, y es que el puma cachorro, un abrojo en la enagua del gualicho, ha pisoteado el banderín del tata…y al bando portugués se le ha vendido.
Por el campo sembrado de cadáveres, despena
el invasor a los heridos, Mandisoví arrasada su pueblo fugitivo, y aquel último esfuerzo montonero….en derrota y
saqueo convertido!
A punta de reyerta el lusitano…con
Souza al frente avanza en Entre Ríos, si hasta las chinas por salvarla,
templan, “diente y chuza “ por el mismo filo, ….no ha de faltar el chiquilín
rotoso…que se abra una picada a hondazo limpio.
Es la hora, ¡que diablo!, del bárbaro
bautismo, la de pialar luceros…alzándole a la estirpe los estribos, la de
ganarse un nombre sobre América…¡marcando a fierro la ansiedad de un siglo!
Costurones de heridas mal
cerradas…ceban su dignidad de tigre arisco; han puesto precio a la cabeza
altiva, por guerrero invencible y decidido; en patriota le miden el coraje, le
tasan el honor en Argentino.
Qué más da si la suerte…-maridada a escondidas del destino ¿se entrega por amor al más valiente…resbalando gustosa a los caprichos?..
Enredado en los tientos de la
furia….ya va alcanzando al hijo;…queriéndolo rebelde, orejano y sin causa le ha
salido, desertor su cachorro, un maula su potrillo.
El arresto estrellero, de una
cualquiera le ensució el camino, mañera habrá de ser para que un Gómez se
vuelque de ese modo al enemigo, y a encerrones de trenzas y ojos negros, ¡lo
tenga al charabón contra un capricho!
Ahora está a un paso y llega la bola
en remolino, se prende culebreando a los garrones y el revolcón deja al gurí
tendido boca arriba, indefenso, cascarudo,rogándole una ayuda al espartillo.
Tiembla el mozo impotente; hay medio
sol hundido, en la raya huidiza del ocaso escapando del drama y del testigo…
Desnuda el jefe palpitante el pecho; los
tajos son latidos….de un corazón de toro “chumbiele aquí, malparido!”, no puedo
tata, nunca!!!! -y bien…usté lo quiso!
Se desploma el muchacho en la
descarga; -clemencia tata- , la raíz del grito….queda trunca en los coágulos
que fingen un cardenal pichón soñando un silbo.
De pie, junto al cadáver…se eternizan
el padre y el caudillo; moja el dedo en la sangre y se persigna… Dios y la
Patria nos perdonen, mhijo!