El poncho estuvo siempre
presente: en los nacimientos, los viajes, las peleas y en las muertes, del 11
de abril de 1870.
La tropa, usaba ponchos de
bayeta, doble faz, azul y rojo. Algunos oficiales, capote con cuello y botón.
Siempre me llama la atención,
la cantidad de botones de cascabel para chaquetillas de uniformes, que se
compraban, a mi entender, inadecuado para pasar desapercibido en una noche
silenciosa de alerta espera.
En las crónicas de la época
aparece el poncho en todo momento... Era una prenda común, también para la
familia Urquiza. El general Justo José de Urquiza, después de la batalla de
Caseros, entró triunfante a la ciudad de Buenos Aires, al frente de sus tropas,
cubierto con un poncho blanco. Era como un símbolo de paz. Entre los porteños,
esta vestimenta levantó críticas, atribuyéndosele el propósito de
agraviar a los ciudadanos, luciendo una prenda propia del gaucho, y para
muchos, símbolo de la barbarie.
El 11 de abril de 1870,
asesinan a don Justo en San José y a dos de sus hijos, en Concordia…
Como era una tardecita
templada, tranquila, en el patio del
palacio San José, el general Urquiza, vestía de blanco, con un ponchillo sobre la silla.
Cuentan
que el 11 de abril
Cuando
estaba atardeciendo
Hasta
San José marcharon
Los
hombres de Simón Luengo.
Empezaba
la semana
En
que a Cristo lo habían muerto,
Ellos
no andaban de santos:
La
única cruz que tuvieron
Asomando
en la cintura
Terminaba
en punta ‘e fierro,
(Bernardo Salduna)
En Concordia, seguirían las fechorías, donde
residían sus hijos. Aquí, la primera víctima fue Waldino, hombre fuerte, al que
le temían por su prestigio personal y político y por el respeto que le tenía la
población... Vivía en la casa ubicada en la esquina de 1 de mayo y Pellegrini,
frente a la plaza principal, al lado de la Jefatura de Policía.
Entre las doce de la noche y
la una de la mañana -relata Castro-, varios hombres a caballo llaman a la casa
del coronel Urquiza. Éste sale rápidamente en paños menores, cubriendo sus
espaldas con un “poncho de vicuña” y al preguntar las causas del apuro, uno de
los asesinos, conocido del jefe, le dice que su compadre y amigo, el coronel
Domingo González, emigrado uruguayo, se encuentra muy enfermo y rogaba que
fuera enseguida a su casa. El coronel Urquiza estaba sobre el cordón del zaguán
y de improviso, le tiran un
poncho a la cara y al
trastabillar, rápidamente es maniatado y aprehendido, todo en el mayor silencio…
Rápidamente fue enancado en un caballo y la partida de asesinos enfiló por la
calle 1 de mayo, y llegando a la altura del Cementerio Viejo , lo ultiman, lanceándolo
ferozmente y lo arrojan a través del muro del mencionado cementerio, donde lo
dejan tirado y huyen nuevamente en dirección al centro para seguir con su obra
nefasta.
Días después fue encontrado y sepultado, sin ceremonia…
Días después fue encontrado y sepultado, sin ceremonia…
Según Castro, Justo Carmelo
era de temperamento afable y bondadoso, hombre de costumbres sencillas. Acostumbraba
reunirse, casi todas las noches, en el hotel La Provincia, situado en Calle
Entre Ríos 526, propiedad del coronel uruguayo Aberasturi, acompañado de
amigos, entre los que estaban, Mariano Querencio, Herrera, Jeneiro, y
Aberasturi, a jugar una partida de naipes y mates.
Carmelo Urquiza, estaba
sentado al borde una cama, en frente, Querencio y el dueño del hotel; a su lado
estaban Herrera y Jeneiro. La partida se iba desarrollando tranquilamente,
cuando llegan a la puerta de la pieza, varios personajes “emponchados”: era la
señal que Waldino ya había sido asesinado. Al verlos, Querencio se levanta y
desenfunda dos pistolas de dos caños y apuntándole a Carmelo le comunica que
había estallado un movimiento revolucionario contra su padre, ya asesinado,
igual que su hermano Waldino y otro miembro de la familia. Instantáneamente,
Herrera, le dio una terrible puñalada en el pecho, derribándolo. Los asesinos
lo meten en una bolsa que atan a la cola de un caballo. lo arrastran por las calles
y lo llevan hasta un bañado cerca del Yuquerí, frente al viejo hipódromo, donde
lo dejan abandonado, cubierto con ramas. Tiempo después., un niño de las
inmediaciones de apellido Ruggiero, de unos hornos cercanos, encuentra el
cadáver mutilado que pertenecía al jefe desaparecido.
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OJOS COMO DE VIBORA…
Pintura que recrea la muerte de Urquiza.
Aunque algunos historiadores
dicen que el primer objetivo de la “revolución jordanista” era apoderarse de la
persona del gobernador de Entre Ríos, obligarlo a renunciar y enviarlo al exterior.
No fue o no “salió” así.
Al mando de 50 hombres entró
el coronel Simón Luengo al palacio San José y mató a Urquiza de un tiro en la
cara y Nicomedes Coronel -cuchillero famoso- le dio 5 puñaladas al general.
Martiniano Leguizamón, hace
una descripción de Nicomedes -el oriental- muy interesante:
“-Tenía el rostro pálido,
bigote fino, barba negra, larga y la cabellera crecida hasta los hombros. Los ojos,
pequeños, renegridos, duros como dos piedras que miraban desde el fondo de las
cuencas hondas, con ese brillo frío de víbora, que inquieta…vestía una blusa
oscura, amplia bombacha de merino y un chambergo de felpa con ala volcada hacia
adelante como para ocultar la mirada, receloso, llevaba altas botas granaderas
con espuelas de plata y un pesado arreador de larga azotera trenzada. Un
tirador tachonado con monedas de plata y rosetas de oro, del que sobresalía,
atravesado sobre los riñones, la empuñadura del facón.”.