lunes, 29 de enero de 2018

LOS PONCHOS DEL 11 DE ABRIL

El poncho estuvo siempre presente: en los nacimientos, los viajes, las peleas y en las muertes, del 11 de abril de 1870.
La tropa, usaba ponchos de bayeta, doble faz, azul y rojo. Algunos oficiales, capote con cuello y botón.
Siempre me llama la atención, la cantidad de botones de cascabel para chaquetillas de uniformes, que se compraban, a mi entender, inadecuado para pasar desapercibido en una noche silenciosa de alerta espera.
En las crónicas de la época aparece el poncho en todo momento... Era una prenda común, también para la familia Urquiza. El general Justo José de Urquiza, después de la batalla de Caseros, entró triunfante a la ciudad de Buenos Aires, al frente de sus tropas, cubierto con un poncho blanco. Era como un símbolo de paz. Entre los porteños, esta vestimenta levantó críticas, atribuyéndosele el propósito de agraviar a los ciudadanos, luciendo una prenda propia del gaucho, y para muchos, símbolo de la barbarie.
El 11 de abril de 1870, asesinan a don Justo en San José y a dos de sus hijos, en Concordia…
Como era una tardecita templada,  tranquila, en el patio del palacio San José, el general Urquiza, vestía de blanco, con un  ponchillo sobre la silla.

Cuentan que el 11 de abril
Cuando estaba atardeciendo
Hasta San José marcharon
Los hombres de Simón Luengo.
Empezaba la semana
En que a Cristo lo habían muerto,
Ellos no andaban de santos:
La única cruz que tuvieron
Asomando en la cintura
Terminaba en punta ‘e fierro,
(Bernardo Salduna)

  En Concordia, seguirían las fechorías, donde residían sus hijos. Aquí, la primera víctima fue Waldino, hombre fuerte, al que le temían por su prestigio personal y político y por el respeto que le tenía la población... Vivía en la casa ubicada en la esquina de 1 de mayo y Pellegrini, frente a la plaza principal, al lado de la Jefatura de Policía.
Entre las doce de la noche y la una de la mañana -relata Castro-, varios hombres a caballo llaman a la casa del coronel Urquiza. Éste sale rápidamente en paños menores, cubriendo sus espaldas con un “poncho de vicuña” y al preguntar las causas del apuro, uno de los asesinos, conocido del jefe, le dice que su compadre y amigo, el coronel Domingo González, emigrado uruguayo, se encuentra muy enfermo y rogaba que fuera enseguida a su casa. El coronel Urquiza estaba sobre el cordón del zaguán y de improviso, le tiran un
poncho a la cara y al trastabillar, rápidamente es maniatado y aprehendido, todo en el mayor silencio… Rápidamente fue enancado en un caballo y la partida de asesinos enfiló por la calle 1 de mayo, y llegando a la altura del Cementerio Viejo , lo ultiman, lanceándolo ferozmente y lo arrojan a través del muro del mencionado cementerio, donde lo dejan tirado y huyen nuevamente en dirección al centro para seguir con su obra nefasta.
Días después fue encontrado y sepultado, sin ceremonia…

Según Castro, Justo Carmelo era de temperamento afable y bondadoso, hombre de costumbres sencillas. Acostumbraba reunirse, casi todas las noches, en el hotel La Provincia, situado en Calle Entre Ríos 526, propiedad del coronel uruguayo Aberasturi, acompañado de amigos, entre los que estaban, Mariano Querencio, Herrera, Jeneiro, y Aberasturi, a jugar una partida de naipes y mates.
Carmelo Urquiza, estaba sentado al borde una cama, en frente, Querencio y el dueño del hotel; a su lado estaban Herrera y Jeneiro. La partida se iba desarrollando tranquilamente, cuando llegan a la puerta de la pieza, varios personajes “emponchados”: era la señal que Waldino ya había sido asesinado. Al verlos, Querencio se levanta y desenfunda dos pistolas de dos caños y apuntándole a Carmelo le comunica que había estallado un movimiento revolucionario contra su padre, ya asesinado, igual que su hermano Waldino y otro miembro de la familia. Instantáneamente, Herrera, le dio una terrible puñalada en el pecho, derribándolo. Los asesinos lo meten en una bolsa que atan a la cola de un caballo. lo arrastran por las calles y lo llevan hasta un bañado cerca del Yuquerí, frente al viejo hipódromo, donde lo dejan abandonado, cubierto con ramas. Tiempo después., un niño de las inmediaciones de apellido Ruggiero, de unos hornos cercanos, encuentra el cadáver mutilado que pertenecía al jefe desaparecido.

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OJOS COMO DE VIBORA…

      Pintura que recrea la muerte de Urquiza.

Aunque algunos historiadores dicen que el primer objetivo de la “revolución jordanista” era apoderarse de la persona del gobernador de Entre Ríos, obligarlo a renunciar y enviarlo al exterior. No fue o no “salió” así.
Al mando de 50 hombres entró el coronel Simón Luengo al palacio San José y mató a Urquiza de un tiro en la cara y Nicomedes Coronel -cuchillero famoso- le dio 5 puñaladas al general.
Martiniano Leguizamón, hace una descripción de Nicomedes -el oriental- muy interesante:

“-Tenía el rostro pálido, bigote fino, barba negra, larga y la cabellera crecida hasta los hombros. Los ojos, pequeños, renegridos, duros como dos piedras que miraban desde el fondo de las cuencas hondas, con ese brillo frío de víbora, que inquieta…vestía una blusa oscura, amplia bombacha de merino y un chambergo de felpa con ala volcada hacia adelante como para ocultar la mirada, receloso, llevaba altas botas granaderas con espuelas de plata y un pesado arreador de larga azotera trenzada. Un tirador tachonado con monedas de plata y rosetas de oro, del que sobresalía, atravesado sobre los riñones, la empuñadura del facón.”.

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